Friday, November 25, 2011

El Hombre que vendió su Alma



Cierta vez un hombre bueno pero infeliz decidió salir de apuros vendiendo su alma al diablo. Invocó a Kizín y cuando los tuvo delante le dijo lo que quería. A Kizín le agradó la idea de llevarse el alma de un hombre bueno.

    A cambio de su alma el hombre pidió siete cosas; una para cada día. Para el primer día quiso dinero y en seguida se vio con los bolsillos llenos de oro. Para el segundo quiso salud y la tuvo perfecta. Para el tercero quiso comida y comió hasta reventar. Para el cuarto quiso mujeres y lo rodearon las más hermosas. Para el quinto quiso poder y vivió como un cacique. Para el sexto quiso viajar y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo en mil lugares.

    Kizín le dijo entonces:

—Ahora ¿qué quieres? Piensa en que es el último día.

—Ahora sólo quiero satisfacer un capricho.

—Dímelo y te lo concederé.

—Quiero que laves estos frijolitos negros que tengo, hasta que se vuelvan blancos. 

—Eso es fácil— dijo Kizín.

    Y se puso a lavarlos, pero como no se blanqueaban, pensó: "Este hombre me ha engañado y perdí un alma. Para que esto no me vuelva a suceder, de hoy en adelante habrá frijoles negros, blancos, amarillos y rojos".

Sac Muyal


Cierta vez, Sac Muyal robó a una muchacha y desapareció con ella. Para rescatarla, el amante recorrió día y noche montes y caminos. De pronto le salió al paso una serpiente y le dijo:

—Sé lo que buscas y quiero ayudarte. Sácame un poco de sangre, bébela y entonces seré tu guía.

    Lo hizo así y echó a andar detrás de la serpiente; pero como esta era perezosa, después de un rato se quedó dormida. Entonces el hombre la azotó con un bejuco y sólo de ese modo reanudó su camino. A poco llegó a un monte tan tupido que le fue imposible avanzar más. Ya se volvía desconsolado cuando una vieja se le acercó y le dijo:

—Toma esta hebra de mi pelo; tírala y podrás seguir tu ruta.

    En cuanto tiró la hebra se abrió una vereda y sin dificultad caminó hasta alcanzar la orilla de un lago. Entonces ahí un venado le dijo:

—Toma esta piedra, échala al agua y lo podrás cruzar.

    El hombre tiró la piedra y como en sueños fue llevado a la otra orilla. Aquí se le apareció un águila y le dijo:

—Toma esta uña de mis garras; te será útil. Ahora sigue tu camino.

    Avanzó y al pasar bajo una anona le cayó en los ojos una gotita de savia y quedó ciego. Entonces un escarabajo le dijo:

—Pásate esta bolita de tierra por los ojos y volverás a ver.

    Se la pasó dos veces y recobró la vista. Siguió avanzando y se detuvo junto a una cueva donde estaban la vieja, el venado, el águila y el escarabajo. La vieja le habló así:

—Ha llegado el término de tu viaje. Entra en la cueva y ahí encontrarás a la muchacha que buscas.

    El venado le dijo:

—Tócala con la piedra.

    El águila le dijo:

—Tócala con la uña.

    El escarabajo le dijo:

—Pásale la bolita por los ojos.

    La serpiente le dijo:

—Rocíala con el agua de tu calabazo.

    El hombre cumplió con lo que le dijeron, pero en eso se le nubló la razón y ya no supo más de sí. Cuando despertó, tenía en sus brazos a la muchacha que le robó Sac Muyal.

Thursday, November 24, 2011

Juan Tul y la Ardilla

Cierta vez el conejo Juan Tul sostenía con las manos el techo de una cueva. Pasó la ardilla, se detuvo y al verlo en tal apuro le dijo:

 — ¿Qué haces Juan Tul?

 —Ya lo ves, sostengo el techo de esta cueva.

 — ¿Estarás cansado?

 —Mucho.

 —Si quieres yo te ayudaré.

 —Me harás un favor porque te digo que ya no puedo más. La ardilla tomó el lugar de Juan Tul y allí se estuvo horas de horas hasta que cayó en la cuenta de que se trataba de una broma. Bajó las manos y salió de la cueva.

 A los pocos días encontró a Juan Tul y le dijo:

 —Me engañaste con eso de la cueva.

 Juan Tul, haciéndose el sorprendido, le contestó:

 —Jamás he estado en la cueva que dices. Llevo meses en este zacatal. Por cierto, estoy que me muero de cansancio. ¿Por qué no me das una mano?

 —Con mucho gusto— respondió la ardilla Juan Tul le echó encima los hatos más grandes de zacate y escapó.

 La ardilla se rindió bajo el peso y como pudo se escurrió y luego pensó: "Otra vez me engañó Juan Tul". En un camino volvió a encontrar a Juan Tul y le dijo:

 —Ya no me engañarás más, Juan Tul. Con este bejuco te voy a dar una paliza.

 — ¡Qué cosas dices! Desde niño vivo junto a este árbol. Jamás me he alejado de él. No sé, la verdad, no sé de qué me hablas.

 —De todas maneras te tengo que castigar.

 — ¿Y por castigarme así, vas a despreciar las piñuelas que están allí?

 — ¿Dónde?

 — ¿No las ves, tonta? ¡Allí, a la orilla del camino!

 Y mientras la ardilla buscaba las piñuelas, Juan Tul desapareció. Una tarde, la ardilla tropezó con Juan Tul y le dijo:

 —Oye, Juan Tul.

 —Yo no soy Juan Tul. Yo acabo de salir del bosque que está del otro lado del camino.

 —Entonces ¿me darás un poco de agua? ¡Vengo sedienta de tanto correr!

 — ¡Claro que sí! Aquí tienes mi calabazo lleno de agua. Bebe hasta la última gota, si quieres.

 Sedienta como estaba, la ardilla bebió de golpe todo el contenido del calabazo y cuando tomó aliento cayó de bruces. Lo que había tomado era aguardiente. Entonces Juan Tul, muerto de risa, le dijo:

 —Vieja borracha, ahora alcánzame si puedes. Y echó a correr.

 Texto extraído del libro Leyendas y Consejas del Antiguo Yucatán de Ermilo Abreu Gómez. Editado por el Fondo de Cultura Económica, México.

Wednesday, November 23, 2011

Leyenda Maya "El Enano de Uxmal"


El Enano de Uxmal

En la aldea de Kabán vivía una vieja con fama de bruja. Cierta vez encontró un huevo pequeñito y llena de alegría lo guardó en un sitio tibio y oscuro. Todos los días lo sacaba para contemplarlo y acariciarlo. Y sucedió que después de varias semanas, el huevo se abrió y nació un niño. La bruja lo arrulló, pero como no podía alimentarlo buscó una mujer recién parida. Vino la mujer y amamantó al niño como si fuera su propio hijo. Al ver tanta ternura la bruja le dijo:

—De hoy en adelante tú serás la madre y yo seré la abuela.

    El niño creció poco y no más y, en poco tiempo, cambió de aspecto; tuvo barba y se le hizo grande la nariz. Era, pues, un enano.

    Cuando la bruja se dio cuenta de esto, quiso más a la criatura.

    Como la mayor parte del tiempo la bruja permanecía junto al fogón, el enano sospechó que algún misterio guardaba aquel sitio y así se propuso averiguarlo. En un descuido de la bruja, hurgó en la cenizas y tropezó con un tunkul [instrumento de percusión hecho con un tronco hueco]. En cuanto lo tuvo en sus manos, lo golpeó y su sonido se oyó a mucha distancia. Al oír tal ruido, la bruja vino, se acercó a su nieto y le dijo:

—Lo que has hecho ya no tiene remedio. Pero te digo que no pasará mucho tiempo sin que sucedan cosas que llenarán de espanto a la gente y tú mismo te verás envuelto en sus consecuencias.

    El enano contestó:

—Yo no soy viejo y las veré.

    La bruja replicó:

—Yo soy vieja y las veré también.

    El rey de Uxmal y sus consejeros sabían que el ruido de aquel tunkul anunciaba el fin del reinado; pero éstos, por no afligir a su señor, le dijeron:

—Lucha contra tu destino

—¿Cómo?—preguntó el rey.

—Busca al que tocó el tunkul; acaso de sus labios oigas la verdad que necesitas.

    El rey ordenó que sus guardias salieran en busca del que tocó el tunkul; y después de mucho andar, lo hallaron y lo trajeron al palacio. Al ver al enano el rey le dijo:

—¿Qué anuncia el ruido de ese tunkul?

—Tú lo sabes mejor que yo—contestó el enano.

—¿Me puedo librar de que se cumpla la profecía?—pregunto el rey.

—Manda hacer un camino que vaya de Uxmal a Kabán y cuando esté listo volveré y entonces te daré mi respuesta—dijo el enano.

    El camino quedó hecho en poco tiempo y por él vinieron el enano y la bruja. Entonces el rey preguntó al enano:

—¿Cuál es tu respuesta?

—La sabrás si resistes la prueba que te pondré.

—¿Cuál es?

—Que en tu cabeza y la mía se rompa un cocoyol [fruto de hueso muy duro].

—Está bien, pero tú sufrirás la primera prueba—dijo el rey

—Acepto, si así lo deseas.

    Se acercó el verdugo y colocó sobre la cabeza del enano un cocoyol y descargó un golpe . El enano sacudió la melena y se levantó sonriendo. Entonces el rey, en el silencio, se quitó el manto y subió al cadalso y el verdugo le colocó un cocoyol en la cabeza. Al primer golpe el rey quedó muerto.

    En el acto el enano fue proclamado rey de Uxmal y ese mismo día la bruja lo llamó y le dijo:

—Ya eres rey. Sólo esto esperaba para morir. No me llores porque mi muerte no es cosa de dolor. Cumple con la justicia que aprendiste de mí. Oye el consejo de todos y sigue el mejor. No le tengas miedo a la verdad aunque sea amarga. Sé antes benigno que justo. Destierra de tu corazón la venganza. Acata la voz de los dioses pero no seas sordo a la de los hombres. No desdeñes a los humildes y no te confíes, ciego, en los poderosos.

    Por un tiempo el enano siguió los consejos de la bruja y la felicidad se extendió por el reino. Pero con los años cambió de espíritu, cometió injusticias, se volvió tirano y tanto creció su orgullo que un día dijo a sus consejeros:

—Haré un dios más poderoso que todos los dioses que nos rigen.

    Y en seguida mandó hacer una estatua de barro y la puso sobre una hoguera y con el fuego se endureció y vibró como si fuera campana. Entonces el pueblo creyó que la estatua hablaba y la adoró. Por esta herejía, los dioses destruyeron Uxmal.

Texto extraído del libro Leyendas y Consejas del Antiguo Yucatán de Ermilo Abreu Gómez. Editado por el Fondo de Cultura Económica, México.

Tuesday, November 22, 2011

Cuento de un Zopilote y un Hombre



Había una vez un hombre pero bien haragán. Un día estaba volando un zopilote. El hombre lo vio rápido. Al zopilote el hombre le dijo


 "¡Hey zopilote, ven! ¡Es que no quiero trabajar! ¡Ven rápido! ¡Es que te voy a decir algo!"


 Pero el zopilote no quiso y no obedeció; entonces se fue por muchos años, y el hombre se quedó triste.

 El hombre tenía una esposa que  le preguntó:


 "Si no vas (a trabajar) nuestras milpas tendremos que venderlas." 


Al otro día se fue el hombre otra vez a trabajar. Pero cuando llega a trabajar su milpa, no trabajo, solo llegó a dormir. Cuando se despertó y vio al zopilote, el hombre le gritó:


 "¡Zopilote, oye zopilote, ven, es que no quiero trabajar!"

Y el zopilote llegó con él. Le dijo el hombre al zopilote:


 "Cambiemos nuestros cuerpos". 


El zopilote acepto lo que dijo el hombre y ahí se cambiaron de cuerpos.

"Te digo una cosa, vas a aventarte tres veces. Cuando lo hagas tres veces te daré mis alas" dijo el zopilote, y así lo hizo el hombre y el zopilote le dio sus alas. 

Entonces el zopilote dijo: "Ya viste cómo tú vas a ir a buscar tu comida".




"¡Bueno!", dijo el hombre y entonces se fue volando, y ahí se quedó parado el zopilote.

 Mientras, la esposa del hombre estaba esperando que volviera de trabajar.

El zopilote llegó a la casa del hombre. La mujer le dijo: "¿Qué te pasa, por qué no llegaste en la mera hora?".

La mujer percibió su olor y dijo: "¡Salte de mi casa, apestas!" 


La mujer entonces agarró agua caliente y se la arrojó al zopilote, ahí se murió el zopilote.


JUAN, comunidad XUXCH'E

Extracto del Libro "HABÌA UNA VEZ UNA NOCHE... CUENTOS, LEYENDAS, HISTORIAS DESDE LAS MONTAŇAS DE CHIAPAS"